La inteligencia artificial (IA) ha desencadenado una competencia tecnológica sin precedentes, donde el objetivo no es conquistar territorios, sino acumular poder de cómputo. Las principales empresas tecnológicas están construyendo centros de datos colosales en todo el mundo para entrenar modelos cada vez más avanzados. Esta nueva “carrera armamentística digital” está redefiniendo el mapa energético global y plantea serios desafíos medioambientales.

Elon Musk se ha convertido en uno de los protagonistas clave. Su empresa xAI activó en 2024 el centro de datos Colossus Memphis Phase 1, con 100.000 GPU H100 de Nvidia dedicadas al entrenamiento de su modelo Grok. Se espera que esta cifra se duplique hasta alcanzar las 200.000 GPU, lo que implicaría un consumo energético de 300 MW, suficiente para abastecer a 300.000 hogares. Este despliegue sorprendió incluso al CEO de Nvidia, Jensen Huang.

El “club de los 100.000 GPU” incluye también a Meta, que afirma tener un clúster aún mayor para su modelo Llama 4, y a Microsoft, que opera un centro de datos con 100.000 GPU entre H100 y H200 para Azure, Copilot y OpenAI. Fuera de este selecto grupo, destacan Oracle (65.536 GPU H200), Tesla (50.000 GPU en su Cortex Phase 1) y el superordenador El Capitan del Departamento de Energía de EE.UU., considerado el más potente del mundo.

Estados Unidos lidera claramente esta carrera, con nueve de los diez centros de datos más grandes del planeta. Además de construir dentro de sus fronteras, empresas como Meta están expandiéndose internacionalmente, con proyectos en España que rivalizan en tamaño con el distrito de Manhattan.

Europa busca posicionarse con una estrategia más regulada y sostenible. Alemania destaca con el clúster Jupiter (23.536 GPU) y Noruega con NexGen (16.300 GPU). La Unión Europea ha lanzado el programa GenAI4EU, con un presupuesto de 700 millones de euros entre 2024 y 2026, para impulsar su competitividad digital. Este desarrollo debe alinearse con el AI Act, en vigor desde febrero de 2025, que garantiza transparencia y ética en el uso de la IA.

China, por su parte, apuesta por la eficiencia más que por el volumen. Aunque sus centros de datos operan con menos GPU, logran resultados equivalentes a menor coste. Modelos como Deepseek y Kimi son prueba de ello. Además, China está construyendo centros de datos submarinos, que aprovechan la refrigeración natural del océano y funcionan con energía eólica marina, reduciendo el impacto ambiental.

El consumo energético de estos centros es descomunal. Las energías renovables no siempre cubren la demanda, lo que obliga a recurrir a fuentes fósiles como carbón y gas. Empresas como Meta, Microsoft y Google ya dependen de centrales nucleares para alimentar sus instalaciones. En regiones como Aragón, España, el consumo de los centros de datos amenaza con absorber hasta el 50% de la energía regional.

La sostenibilidad se convierte en un reto urgente. Algunas compañías, como Lenovo, reutilizan el agua caliente de sus servidores para abastecer piscinas y duchas urbanas. Sin embargo, el crecimiento exponencial de la IA plantea serias dudas sobre el equilibrio entre innovación y responsabilidad ambiental.

Conclusión:
La carrera por la IA se libra en centros de datos que consumen recursos a escala industrial. Estados Unidos lidera en volumen, China en eficiencia, y Europa en regulación. Nvidia se consolida como el gran proveedor de GPU, mientras el planeta enfrenta el desafío de sostener esta revolución tecnológica sin comprometer su futuro.